Ilusión y decisión.
Mi nombre es Alba y tengo 34 años. Hace unos años decidí salir de Madrid para vivir en un pequeño pueblo.
Mi nombre es Alba y tengo 34 años. Hace unos años decidí salir de Madrid para vivir en un pequeño pueblo.
En aquel primer artículo os hablaba de mis amigos, los que decidieron quedarse a vivir en el pueblo en el que nacieron y, casi todos, por decisión propia.
Hace 22, dejó atrás su vida en el madrileño barrio de Atocha para emprender la aventura de vivir en un pueblo.
El joven siglo XXI no nace por generación espontánea. El género humano no ha dejado de crear o imaginar a lo largo de toda su existencia.
Nací en Madrid, en 1962, aunque mis raíces están en un pueblo de La Mancha. Allí pasé todas las vacaciones de mi infancia y mi adolescencia. Aprendí muchas cosas e hice buenos amigos que, aún hoy, siguen ahí.
Soy uno de tantos jóvenes que se encuentra en paro. Terminé mis estudios hace más de 3 años y hasta el momento, no he podido ejercer. He sido camarero, comercial, socorrista... otra vez camarero, y así siempre. Atrapado en un bucle sin salida ¿o no?
Mis abuelos maternos salieron de un pueblo extremeño, a principios de los años 60. Querían comenzar una nueva vida en la capital. Cogieron a sus hijos, algunas maletas llenas de recuerdos y el poco dinero que habían conseguido vendiendo lo que tenían; todo para comprar un piso de cincuenta metros cuadrados en Madrid.